Sunday 12 August 2012

Sobre la democracia


Tengo la sensación de que mucha gente no comprende el significado de la palabra democracia, o mejor dicho, lo desconoce. Esta palabra se oye prácticamente todos los días, se pide a gritos y se defiende de manera vehemente, furiosa. Pero estos gritos carecen de toda fuerza pues esta palabra ha sido vaciada de contenido. Se escuchan hasta cosas como: ¡Hace falta más democracia! La democracia implica una serie de características que conforman un sistema y aunque hay diversos tipos de democracia, cabe pensar que, o existe democracia o no existe. La ignorancia, destructora del valor y el significado de la democracia, es la razón por la cual tantísima gente es capaz de defenderla mediante los argumentos más estúpidos. La democracia ya no es defendida como el sistema de gobierno más justo por tal o cual razón, como la mejor o menos mala manera de convivencia de un pueblo. Ahora el demócrata lo es porque él es igual que todos los demás y por encima de él no hay nadie. El demócrata lo es porque, según él, su opinión es tan válida como la de cualquier otro. Da igual que el majadero de turno no tenga ni idea de lo que está hablando, porque estamos en un Estado democrático y su opinión vale tanto como la de cualquier otro. Pero claro, qué podemos esperar de un país que ha contado entre sus ministros con gente como, por ejemplo, Carmen Calvo, que será recordada por celebérrimas perlas como lo de que el dinero público no es de nadie, dixi o pixi o su “antes que cocinera he sido fraila”. Ahora ya se intuye que ese “fraila” eran los inicios del “atentado final” contra nuestra lengua, continuado magistralmente por Bibiana Aído y su “miembros y miembras”. Ignorancia y estupidez en estado puro.

La idea de que todo el mundo puede opinar lo que le parezca y ser aceptado sin un análisis crítico y una discusión en condiciones nos ha llevado a una mediocridad sin precedentes, pues ésta mediocridad es ahora aceptada e incluso cultivada como derecho. A su vez, esta mediocridad, ayudada por la mala fe de los de arriba, ha llevado consigo un aspecto mucho más perverso aún, pues ha servido no solo para mantener la división ya existente entre los españoles sino incluso para potenciarla. Ahora todo es más accesible pero en estado adulterado. La información y la educación llega a prácticamente todo el mundo, eso si, la primera modelada y la segunda empequeñecida. Así, todo el mundo sabe de todo sin tener ni pajolera idea de nada. Se habla de todo sin saber de lo que se está hablando y se oye por todos lados que si la izquierda, la derecha, el capitalismo, el comunismo, los mercados, la democracia... Esos dos bloques ideológicos existentes en España y que parece ser, son completamente indisolubles. No hay discusión ni argumentación posible. Estás con nosotros o estás contra nosotros y si eres de un bloque serás insultado por los otros. Eres facha o estalinista, una de dos pero no ninguna. Siento repetirme con estas cosas pero quiero hacer un especial hincapié en ello porque es lo que verdaderamente debe ser corregido si queremos prosperar. Necesitamos espíritu crítico y menos ideología, más inteligencia y menos ignorancia. Si no superamos esos dos bloques ideológicos no podremos salir de esta. Esos dos bloques ideológicos han sido magníficamente explotados por los de arriba y sirve como arma magnífica para el dominio colectivo.

Como ya he dicho tengo la opinión de que la palabra democracia, como tantas otras, ya prácticamente no vale nada. Tenemos dos grupos de personas. Aquellos que demandan democracia o al menos más de la que supuestamente tenemos, y aquellos que insisten en que, a pesar de los defectos, lo que tenemos sí que es una democracia. El problema es que ambos grupos están llenos de personas que parecen tener un absoluto desconocimiento de lo que una democracia es. Ante la pregunta de si tenemos democracia yo respondo que no. Y para entender mi respuesta repasemos primero lo que es una democracia.

La democracia se gesta por primera vez en la Atenas del siglo V a.c, resultado de un proceso de evolución política que implica el aumento de los derechos sociales de participación política y la igualdad (isonomía) de los ciudadanos ante las leyes. Este proceso de evolución finalizó con la identificación de las polis con el cuerpo de ciudadanos (politeia) constituyendo una idea básica: ciudadanos libres e iguales ante la ley, con capacidad de tomar decisiones políticas vinculantes. Cabe destacar el modo de organización de la democracia ateniense con la Asamblea (ekklesia) de todos los ciudadanos. Dicha asamblea se reunía 40 veces al año y en ella se decidía sobre leyes y diversas cuestiones. Como ya he dicho era una asamblea conformada por todos los ciudadanos, es decir, que el pueblo ejercía de forma directa, sin representantes, el poder legislativo en las polis (de ahí el nombre de democracia directa). No debemos olvidar sin embargo que la condición de ciudadano en modo alguno incluía a las mujeres, esclavos o metecos (extranjeros). De este modo, si Atenas tenía por aquel entonces unos 200.000 habitantes, solo unos 38.000 eran considerados ciudadanos (de ahí la concepción de Atenas como democracia limitada) Otra característica fundamental es que los puestos ejecutivos, salvo contados casos, se asignaban por sorteo y no por elección, entre todos los ciudadanos sin exclusión de clases. También espectacular para la época es que la justicia pasó a ser impartida por tribunales populares. Esto supuso un cambio radical pues los códigos anteriores emanaban de las autoridades divinas. Por primera vez se formula un ordenamiento jurídico emanado de las propias polis, con un nuevo poder llamado nomos (norma) equivalente a la lex (ley) romana. Aparece pues una ciudad organizada por sus leyes humanas (politeia) y junto con ella nació la democracia, constituida por un conjunto de ciudadanos libres e iguales ante la ley y con participación activa en la esfera política mediante la toma de decisiones vinculantes.

Ese sistema hace mucho que desapareció pero muchas de sus ideas siguen vigentes hoy en día, al menos en el pensamiento. Indudablemente, algunas de las características de ese sistema son difícilmente transferibles al mundo moderno. Es cierto que Atenas no tenía la población de los países actuales, más aún teniendo en cuenta que la categoría de ciudadano excluía a la mayor parte de dicha población. Esto hacía muchísimo más fácil la formación de la Asamblea (ekklesia) y el nombramiento de los puestos ejecutivos y dificulta su puesta en práctica en el mundo actual, si bien hay multitud de pueblos y ciudades de tamaño similar en nuestro país y no por ello se sigue el ejemplo de Atenas. Otros podrán decir que debía ser muy fácil mantener el chiringuito de las asambleas mientras miles de esclavos y mujeres realizaban el trabajo cotidiano. Por uno u otro motivo se ha asumido que esa democracia directa es hoy por hoy imposible y se ha aceptado lo que se conoce como democracia representativa, en la cual el pueblo ya no es quien toma las decisiones legislativas y ejecutivas sino que por medio de la votación escoge las autoridades encargadas de representar a la ciudadanía en la toma de decisiones.


Esta nueva idea de la democracia se ha ido formando a través de varios siglos en los que numerosos pensadores como Spinoza, Rousseau, Montesquie o Tocqueville han escrito largo y tendido sobre la democracia. No es momento de escribir aquí sobre el pensamiento de estos autores y sus diferencias pues daría no para una entrada sino para varios libros. Sobre la democracia y la libertad se ha escrito mucho, con obras tan conocidas como “El contrato social” de Rousseau (a quien muchos atribuyen el papel de fundador de la conceptión teórica moderna y totalitaria del estado) o por ejemplo “La democracia en América de Tocqueville” y “Sobre la libertad de John Stuart Mill” (quizás éste último libro difícilmente comparable a los otros en cuanto a contenido y alcance). Ya he dicho que no es mi intención hablar sobre el pensamiento de estos autores pero sí es necesario tener en mente que sobre la democracia, la libertad y la igualdad se ha escrito muchísimo y ha habido opiniones radicalmente opuestas. Sin embargo, a pesar de esas diferencias existentes, existe una idea de la democracia moderna o al menos una serie de puntos clave que definen a una democracia actual.

El punto de partida es la soberanía del pueblo, requisito indispensable de la democracia. Ésta toma forma, en el mundo actual, mediante la votación popular (sufragio universal), a través de el cual se eligen los representantes o autoridades que llevarán a cabo las decisiones (tanto el poder legislativo como el ejecutivo). Otro pilar esencial es la división de poderes (legislativo, ejecutivo y judicial), cada uno de ellos independiente y controlado por los otros, para así evitar casos de corrupción o irregularidades. Además en una democracia moderna debe existir una carta magna o Constitución, donde se establece las normas por las cuales las autoridades son elegidas así como los mecanismos de control y las limitaciones constitucionales. La Consitución también debe plasmar tanto los derechos como las obligaciones (olvidadas por muchos) de todos los ciudadanos de la nación.

Particular atención requiere el poder judicial, el cual actúa como árbitro y fundamenta su actuación en las leyes y, aún más importante, en la Constitución. Esto creo que hoy en día es necesario remarcarlo pues el problema no es solo que el poder judicial esté politizado (que lo está) y controlado por el poder ejecutivo sino también el absoluto desprecio por la Constitución, donde muchos pretenden saltársela y cambiarla, o por el contrario hacen una defensa a ultranza de ella, sin contar con los ciudadanos. Tanto la Constitución como las leyes se pueden cambiar o modificar, pero con la aprobación mayoritaria de los ciudadanos. Un Estado de Derecho no implica una democracia, pues todo Estado tiene leyes y si no, no es estado, pero toda democracia implica un Estado de Derecho al cual todo el mundo se encuentra sometido. Las leyes se pueden cambiar o no pero hay que cumplirlas, y esto parece que no le ha quedado claro al personal. Ni que decir tiene que la Constitución establece que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, esa isonomía de la que hablaba al princio. Estos pilares básicos constituyen nuestra democracia moderna y dicho sistema ha pasado a considerarse como el sistema de gobierno menos perjudicial para el manejo de los asuntos de Estado. Es éste el argumento, al menos en teoría, por el cual los ciudadanos “elegimos” vivir en “democracia”. Aceptando la dificultad de poner en práctica la democracia directa, tendremos que analizar nuestra democracia representativa (ver siguiente entrada).




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